El Ceibo es
un árbol originario de América, especialmente de Argentina (zona
del litoral), Uruguay (donde también es flor nacional), Brasil y
Paraguay.
Es de la familia de las leguminosas y crece en las riberas
del Paraná y del Río de la Plata,
pero también se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas.
pero también se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas.
El
árbol no es muy alto y posee un follaje intenso color verde. Sus
flores son grandes y de un rojo carmín que fue declarada Flor
Nacional Argentina el
día 22 de diciembre de 1942 por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional
N° 13.847/42, su día es el 22 de Noviembre.
Además
sus raíces son sólidas y se afirman al suelo contrarrestando la
erosión que provocan las aguas. Su madera, blanca amarillenta y muy
blanda, se utiliza para fabricar algunos artículos de peso reducido.
Sus flores se usan para teñir telas.
La
leyenda del ceibo
Cuenta
la leyenda que en las orillas del Paraná vivía una indiecita fea,
de rasgos toscos, llamada Anahí. Aunque era fea, en las tardes
veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus
canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que
eran dueños…
Pero llegaron los invasores, esos valientes,
atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus
y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.
Pasó muchos días
llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el
sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al
hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo,
hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a
la selva.
El
grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que
salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la
pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores.
Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como
castigo la muerte en la hoguera.
La
ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer
alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar
palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un
costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue
convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un
asombroso milagro.
Al
siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo
de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas
aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo
de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.
Fuente: Visiting Argentina